¿Por qué estas abominables penas sin salida? ¿Por qué, sobre todo, estas decepciones infernales y el irrisorio privilegio de la Palabra a un hombre de buena voluntad que no tiene medio de hacerse oír? El mismo lamento de hace diez años y la misma sordera divina. Pero mi valor se va agotando.
domingo, 17 de junio de 2007
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