domingo, 24 de febrero de 2008

J.G.




Yo te entregué mi sangre, mis sonidos,
mis manos, mi cabeza,
y lo que es más, mi soledad, la gran señora,
como un día de mayo dulcísimo de otoño,
y lo que es más aún, todo mi olvido
para que lo deshagas y dures en la noche,
en la tormenta, en la desgracia,
y más aún, te di mi muerte,
veré subir tu rostro entre el oleaje de las sombras,
y aún no puedo abarcarte, sigues creciendo como un fuego,
y me destruyes, me construyes, eres oscura como la luz.








2 comentarios:

Les Paradis artificiels dijo...

las miradas duras,
los brazos que caen

Les Paradis artificiels dijo...

Me hizo acordar a las rosas, y las rosas me hacen acordar a nosotros, y que seamos nosotros y no vos, o yo, me pone feliz.

Y la vida llena de Totales Generales.