jueves, 12 de junio de 2008

W.W.








Tú, que has dormido la noche entera sobre la tormenta,
que despiertas descansado sobre tus alas prodigiosas
(¿se ha desatado la tempestad brutal? Por encima de ella asciendes
y reposas en el cielo, ese esclavo que te acunó);
ahora pareces un punto azul, lejano, flotando en el cielo;
a la luz que comienza te observo desde la cubierta
(yo mismo no soy más que una mota, un punto en la flotante
amplitud del mundo).

Lejano, lejano en el mar,
luego que las bravías corrientes han sembrado la playa de despojos náufragos,
al retornar el día, como ahora, te ves feliz y sereno.
como el alba rosada y elástica, como el sol deslumbrante,
como la límpida extensión de aire cerúleo
también tú retornas.

Tú, nacido para medirte con la tempestad
(eres todo alas)
para competir con cielo y tierra, con mares y huracanes,
tú, navío del aire que jamás arriaste velas,
durante días y hasta semanas recorriste, infatigable, espacios y reinos,
siempre avanzando;
en el crepúsculo miraste al Senegal, a la enlutada América
que surgía entre relámpagos y nubes preñadas de rayos.

En éstos, en tus experiencias, va mi alma.
¡Cuántas alegrías! ¡Cuántas alegrías las tuyas!









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