domingo, 16 de noviembre de 2008

S.B.





Una voz alcanza a alguien en la oscuridad. Imaginar.

Una voz alcanza a alguien de espaldas en la oscuridad. La espalda para no nombrarlo sino a él el ya mencionado y la manera en que cambia la oscuridad cuando él abre los ojos y también cuando los cierra. Sólo puede verificarse una mínima parte de lo que se dice. Como por ejemplo cuando él escucha, Tú estás de espaldas en la oscuridad. En éste caso él no puede sino admitir lo que se dice. Pero de lejos la mayor parte de lo que se dice no puede verificarse. Como por ejemplo cuando escucha, Tú naciste tal y tal día. A veces sucede que las dos se combinan como por ejemplo, Tú naciste tal y tal día y ahora estás de espaldas en la oscuridad. Truco que tal vez intenta hacer repercutir sobre la irrefutabilidad de la otra. Esa es entonces la proposición. A alguien de espaldas en la oscuridad una voz desmenuza un pasado. Cuestión también por momentos de un presente y rara vez de un futuro. Como por ejemplo, Tú acabarás tal como eres. En otra oscuridad o en la misma otra. Imaginando todo para acompañarse. Silencio de inmediato.

El empleo de la segunda persona es obra de la voz. El de la tercera la del otro. Si él pudiera hablar a quien y de quien habla la voz habría una tercera. Pero él no puede. Él no lo hará. Tú no puedes. Tú no lo harás.

Aparte de la voz y del débil rumor de su respiración ningún ruido. Por lo menos que él pueda escuchar. El débil rumor de su respiración se lo dice.

Aunque ahora menos que nunca interesado en las preguntas él no puede a veces sino preguntarse si es a él y de él que habla la voz. ¿No habría sorprendido una comunicación destinada a otro? Si está sólo de espaldas en la oscuridad ¿por qué la voz no lo dice? ¿Por qué no dice nunca por ejemplo, Tú naciste tal y tal día y ahora estás sólo de espaldas en la oscuridad? ¿Por qué? Tal vez con el único fin de provocar en su interior ese vago sentimiento de incertidumbre y malestar.

Tu ánimo siempre poco activo lo es ahora más que nunca. Ese es el tipo de afirmación que él admite de buen grado. Tú naciste tal y tal día y tu ánimo siempre poco activo lo es ahora menos que nunca. Es necesaria sin embargo como ayuda para la compañía una cierta actividad de espíritu por débil que sea. Es por lo que la voz no dice, Tú estás de espaldas en la oscuridad y tu espíritu no tiene ninguna actividad de ninguna clase. La voz por sí sola acompaña pero insuficientemente. Su efecto sobre el auditor es un complemento necesario. No fuera sino bajo la forma del vago sentimiento de incertidumbre y malestar antes mencionado. Pero incluso puesta aparte la cuestión de la compañía es evidente que un efecto así se impone. Porque si él sólo debiera escuchar la voz y ésta no tuviera más efecto sobre él que una palabra en bantú o en erso ¿no haría mejor en callarse? A menos que ella se proponga en tanto que ruido en estado puro torturar a un ansioso de silencio. O evidentemente como antes se había conjeturado que ella no estuviera destinada a otro.


(...)






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