lunes, 2 de noviembre de 2009

Ch.B.





¡Reloj!, dios siniestro, espantoso, impasible,
tu dedo nos amenaza y nos dice: "¡Acuérdate!"
de los vibrantes dolores en tu corazón lleno de terror,
pronto se clavarán como una flecha en el blanco;

el placer volátil huirá hacia el horizonte
igual que una sílfide al fondo de un bastidor,
cada instante te devora una parte del regocijo
concedido a cada hombre para toda su vida.

Tres mil seiscientas veces por hora, el Segundo
murmura: ¡Acuérdate! Rápido, con su voz
de insecto, dice Ahora: ¡Soy el Pasado,
y tragué tu vida con mi trompa inmunda!

Remember! ¡Acuérdate, ¡despilfarrador! Esto memor!
(Mi garganta de metal habla todas las lenguas.)
¡Los minutos, juguetón mortal, son gangas
que no hay que soltar sin sacarles el oro!

Recuerda que el tiempo es un jugador ávido
que gana sin trampas, ¡todas las partidas!, es la ley,
el día declina; la noche crece; ¡acuérdate!
siempre tiene sed el abismo; la clepsidra se vacía.

Pronto sonará la hora en que el divino Azar,
donde la Virtud augusta, tu esposa todavía virgen,
donde el mismísimo Arrepentimiento (¡oh, último refugio!),
donde todo te dirá: "¡Muere, viejo sucio!¡Ya es muy tarde!"

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