Con la boca en una mano
y la muerte en la otra,
le hago cuestiones al silencio.
Le dibujo lunares,
le exijo garantías para el grito,
le calculo su dosis de respuesta.
Algo así como un gran animal triste
viene entonces a desnudarse en mi voz,
pero encuentra que ya estaba desnudo.
Mientras tanto,una de mis dos manos se ha quedado vacía.
Y yo nunca sabré cuál de las dos.
viernes, 30 de mayo de 2008
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