jueves, 19 de junio de 2008

J.G.








Trajín, ciudad y tarde Buenos Aires.
Aire de plaza, ruido de tranvía.
(Galopando una música de tango
gira el caballo de la calesita.)

Los hombres van y vienen. Una vieja
vende manzanas en aquella esquina.
Corazón de madera, ojo pintado,
gira el caballo de la calesita.)

Una pareja se ama. Un angustiado
compra cianuro, escribe y se suicida.
(Ha muerto un ruiseñor. Pero no llores,
gira, el caballo de la calesita.)

Os contare una historia maravillosa y cierta.
Una tarde (el crepúsculo lentamente caía)

se me lleno la boca de soledad. Despierta
era mi sangre. Mi alma ni un pájaro tenía.
Caminaba. A lo lejos se oían los violines
que el crepúsculo toca para verme más triste.
Mi alma se vestía de lentos adoquines.
(Mi alma en la soledad no se desviste.)

Iba sin una luz, sin una rosa.
Sin un poco de mar, sin un amigo.
Me vio el caballo de la calesita,
me vio tan solo que se fue conmigo.
Y ahora en mi corazón y desde entonces,
transitado de niños y de risas,
prisionero en mi música voltea,
gira el caballo de la calesita.

(Tiene el ojo pintado.
Su corazón es de madera limpia.)





No hay comentarios: