lunes, 15 de marzo de 2010

J.C.







Lo sé muy bien, soy de una timidez
enfermiza, estar en el mundo me es
hierro, me es guijarro. Hasta el
agua, casi siempre mi aliada, resbala seca y
hostil contra estos labios
que la quisieran almendra
y encaje; al atardecer, bajo la luz
ambigua que todavía me permite
errar por la ciudad, el perfil de las
nubes, ese perfil suavísimo,lacera
brutalmente mi piel y me obliga a
huir gritando, a refugiarme bajo los
portales. Me aconsejan que viaje en subterráneo
para mayor seguridad, o que me compre un sombrero de alas
flotantes. De nada valen que me hablen con el tono que
suscitan los niños, yo miro hacia lo lejos donde sin embargo hay
una golondrina esperando para afilar sus tijeras en mi cuello. Los
consejeros municipales han llegado a votar créditos para mi
protección, la gente se preocupa por mí.
Gracias, señoras y señores, me gustaría retribuir tanta gentileza
con ternura y civilidad; desgraciadamente ustedes estarán siempre
allí y eso es acantilado a pique, máquina para moler la sombra,
insoportable exageración de una bondad armada de garras de coral.
Cada vez me parece más penoso complicar la existencia ajena, pero
no queda ninguna isla desierta, ninguna arboleda de mala fama, ni
siquiera un corralito para encerrarme en él y, desde allí, mirar a los
demás bajo la luz de la alianza. ¿Tengo yo la culpa, oh tierra poblada
de espinas, de ser un unicornio?

No hay comentarios: