viernes, 19 de septiembre de 2008

O.G.


Abandone las sombras,
las espesas paredes,
los ruidos familiares,
la amistad de los libros,
el tabaco, las plumas,
los secos cielorrasos;
para salir volando,
desesperadamente.

Abajo: en la penumbra,
las amargas cornisas,
las calles desoladas,
los faroles sonámbulos,
las muertas chimeneas,
los rumores cansados;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Ya todo era silencio,
simuladas catástrofes,
grandes charcos de sombra,
aguaceros, relámpagos,
vagabundos islotes
de inestables riberas;
pero seguí volando,
desesperadamente..

Un resplandor desnudo,
una luz calcinante
se interpuso en mi ruta,
me fascino de muerte,
pero logre evadirme
de su letal influjo,
para seguir volando,
desesperadamente.

Todavía el destino
de mundos fenecidos,
desoriento mi vuelo
-de sideral constancia-
con sus vanas parábolas
y sus aureolas falsas;
pero seguí volando,
desesperadamente.

Me oprimía lo fluido,
la limpidez maciza,
el vacío escarchado,
la inaudible distancia,
la oquedad insonora,
el reposo asfixiante;
pero seguía volando,
desesperadamente.

Ya no existía nada,
la nada estaba ausente;
ni oscuridad, ni lumbre,
-ni unas manos celestes-
ni vida, ni destino,
ni misterio, ni muerte;
pero seguía volando,
desesperadamente.

A.P.


I

La sangre quiere sentarse.

Le han robado su razón de amor.
Ausencia desnuda.

Me deliro, me desplumo.
¿Qué diría el mundo si Dios

lo hubiera abandonado así?

II

Sin ti
el sol cae como un muerto abandonado.

Sin ti

me tomo en mis brazos

y me llevo a la vida
a mendigar fervor.

lunes, 8 de septiembre de 2008

F.K.





Amaba a una muchacha que a su vez me amaba, pero tuve que abandonarla.

¿Por qué?

No lo sé. Era como si estuviera rodeada por un círculo de hombres armados, con las lanzas en ristre apuntando hacia fuera. Cada vez que me acercaba, iba a parar a las puntas de las lanzas, acababa herido y me veía obligado a retroceder. He sufrido mucho.
¿Era la muchacha culpable de ello?
No lo creo, o más bien sé que no lo era. La comparación anterior no es del todo acertada, pues yo también estaba rodeado de hombres armados, con las lanzas en ristre apuntando hacia dentro, o sea, contra mi persona. Cuando procuraba llegar a la muchacha, primero quedaba atrapado por las lanzas de mis hombres armados y a partir de ese punto ya no avanzada. Tal vez nunca llegué hasta los hombres armados de la muchacha, y si he llegado, lo habré hecho sangrando por heridas de mis lanzas y habiendo perdido ya el conocimiento.

¿Se quedó sola la muchacha?

No, otro avanzó hasta ella, ligero y sin encontrar obstáculos. Extenuado por mis esfuerzos, lo contemplaba con indiferencia, como si fuese yo el aire por el cual acercaban sus rostros para el primer beso
.

martes, 2 de septiembre de 2008

Temas de la medianoche.







Cada una de las razones que nos devuelven al amor es la repetición de razones agotadas, agostadas. ¿Qué razón puede quedar en lo más irrazonable, en eso que siempre llamaremos corazón? ¿Qué absurdo, irrenunciable corazón orienta una vez más el gobernalle de la sangre hacia las sirtes que lo esperan entre espumas y naufragios?












corazón tempestad
corazón desmesura







domingo, 31 de agosto de 2008

M.B.

Este camino
ya nadie lo recorre
salvo el crepúsculo.








.






Sobre la rama seca
un cuervo se ha posado;
tarde de otoño.








.








A la intemperie,
se va infiltrando el viento
hasta mi alma.












.






Todo en calma.
Penetra en las rocas
la voz de la cigarra.







.







La primavera pasa;
lloran las aves
y son lágrimas los ojos de los peces.







.









Aroma del ciruelo,
de repente el sol sale.
Senda del monte.











.







Habiendo enfermado en el camino,
mis sueños merodean
por páramos yermos.







.






Hoy el rocío
borrará la divisa
de mi sombrero.










.




Se oscurece el mar.
Las voces de los patos
son vagamente blancas.






.







Bajo un mismo techo
durmieron las cortesanas,
la luna y el trébol.








.





Como recuerdo,
a una amapola
deja sus alas la mariposa





.




En verano,
las montañas y el jardín
se van adentrando
hasta mi habitación









.




miércoles, 27 de agosto de 2008

J.C.





Te amo por cejas, por cabello, te dabato en corredores blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
Te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámapago y cintas que dormían en la lluvia
No quiero que tengas una forma, que seas precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones cuando se disuelven en el azúcar de la fébula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo.
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre en una
galería de museo.

Además te quiero, y hace tiempo y frío.

martes, 19 de agosto de 2008

L.C.

--Pues sí señor, todos sus caballos y todos sus hombres --continuó impertérrito Humpty Dumpty --me recogerían en un periquete y me volverían aquí de nuevo, ¡así no más! Pero..., esta conversación está discurriendo con excesiva rapidez: volvamos a lo penúltimo que dijimos.
--Me temo que ya no recuerdo exactamente de qué se trataba --señaló Alicia, muy cortésmente.
--En ese caso, cortemos por lo sano y a empezar de nuevo --zanjó la cuestión Humpty Dumpty-- y ahora me toca a mí escoger el tema... (--Habla como si se tratase de un juego-- pensó Alicia)... así que he aquí una pregunta para ti: ¿qué edad me dijiste que tenías?
Alicia hizo un pequeño cálculo y contestó: --Siete años y seis meses.
--¡Te equivocaste! --exclamó Humpty Dumpty, muy ufano. --¡Nunca me dijiste nada semejante!
--Pensé que lo que usted quería preguntarme era más bien «¿qué edad tiene?» -- explicó Alicia.
--Si hubiera querido decir eso, lo habría dicho --replicó Humpty Dumpty.
Alicia no quiso ponerse a discutir de nuevo, de forma que no respondió nada.
--Siete años y seis meses... --repetía Humpty Dumpty, cavilando. --Una edad bien incómoda. Si quisieras seguir mi consejo te diría «deja de crecer a los siete»..., pero ya es demasiado tarde.
--Nunca se me ha ocurrido pedir consejos sobre la manera de crecer --respondió Alicia, indignada.
--¿Demasiado orgullosa, eh? --se interesó el otro.
Alicia se sintió aún más ofendida por esta insinuación.
--Quiero decir --replicó-- que una no puede evitar el ir haciéndose más vieja.
--Puede que una no pueda --le respondió Humpty Dumpty --pero dos, ya podrán. Con los auxilios necesarios podrías haberte quedado para siempre en los siete años.
--¡Qué hermoso cinturón tiene usted! --observo Alicia súbitamente (pues pensó que ya habían hablado más que suficientemente del tema de la edad; y además, si de verdad iban a turnarse escogiendo temas, ahora le tocaba a ella). --Digo más bien... --se corrigió pensándolo mejor-- qué hermosa corbata, eso es lo que quise decir...no, un cinturón, me parece... ¡Ay, mil perdones: no sé lo que estoy diciendo! --añadió muy apurada al ver que a Humpty Dumpty le estaba dando un ataque irremediable de indignación, y empezó a desear que nunca hubiese escogido ese tema. --¡Si solamente supiera --concluyó para sí misma-- cual es su cuello y cuál su cintura!
Evidentemente, Humpty Dumpty estaba enfadadísimo, aunque no dijo nada durante un minuto o dos. Pero cuando volvió a abrir la boca fue para lanzar un bronco gruñido.
--¡Es... el colmo... del fastidio --pudo decir al fin-- esto de que la gente no sepa distinguir una corbata de un cinturón!
--Sé que revela una gran ignorancia por mi parte --confesó Alicia con un tono de voz tan humilde que Humpty Dumpty se apiadó.
--Es una corbata, niña; y bien bonita que es, como tu bien has dicho. Es un regalo del Rey y de la Reina. ¿Qué te parece eso?
--¿De veras? --dijo Alicia encantada de ver que había escogido después de todo
un buen tema.
--Me la dieron --continuó diciendo Humpty Dumpty con mucha prosopopeya, cruzando un pierna sobre la otra y luego ambas manos por encima de una rodilla-- me la dieron... como regalo de incumpleaños.
--¿Perdón? --le preguntó Alicia con un aire muy intrigado.
--No estoy ofendido --le aseguró Humpty Dumpty.
--Quiero decir que, ¿qué es un regalo de incumpleaños?
--Pues un regalo que se hace en un día que no es de cumpleaños, naturalmente.
Alicia se quedó considerando la idea un poco, pero al fin dijo: --Prefiero los regalos de cumpleaños.
--¡No sabes lo que estás diciendo! --gritó Humpty Dumpty--. --A ver: ¿cuántos
días tiene el año?
--Trescientos sesenta y cinco --respondió Alicia.
--¿Y cuántos días de cumpleaños tienes tú?
--Uno.
--Bueno, pues si le restas uno a esos trescientos sesenta y cinco días, ¿cuántos te quedan?
--Trescientos seseta y cuatro, naturalmente.
Humpty Dumty no parecía estar muy convencido de este cálculo.
--Me
gustaría ver eso por escrito --dijo.
Alicia no pudo meos de sonreír mientras sacaba su cuaderno de notas y escribía en él la operación aritmética en cuestión:
365
-1
-----
364

Humpty Dumpty tomó el cuaderno y lo consideró con atención.
--Sí, me parece
que está bien... --empezó a decir.
--Pero, ¡si lo está leyendo al revés! --interrumpió Alicia.
--¡Anda! Pues es verdad, ¿quién lo habría dicho? --admitió Humpty Dumpty
con jovial ligereza mientras Alicia le daba la vuelta al cuaderno. --Ya decía yo que me parecía que tenía un aspecto algo rarillo. Pero en fin, como estaba diciendo, me parece que está bien hecha la resta... aunque, por supuesto no he tenido tiempo de examinarla debidamente... pero, en todo caso, lo que demuestra es que hay trescientos sesenta y cuatro días para recibir regalos de incumpleaños...
--Desde luego --asintió Alicia.
--¡Y sólo uno para regalos de cumpleaños! Ya ves. ¡Te has cubierto de gloria!
--No sé qué es lo que quiere decir con eso de la «gloria» --observó Alicia.
Humpty Dumpty sonrió despectivamente.
--Pues claro que no..., y no lo sabrás hasta que te lo diga yo. Quiere decir que «ahí te he dado con un argumento que te ha dejado bien aplastada».
--Pero «gloria» no significa «un argumento que deja bien aplastado» --objetó Alicia.
--Cuando yo uso una palabra --insistió Humpty Dumpty con un tono de voz más bien desdeñoso-- quiere decir lo que yo quiero que diga..., ni más ni menos.
--La cuestión --insistió Alicia-- es si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes.
--La cuestión --zanjó Humpty Dumpty-- es saber quién es el que manda..., eso es todo.
Alicia se quedó demasiado desconcertada con todo esto para decir nada; de forma que tras un minuto Humpty Dumpty empezó a hablar de nuevo:
--
Algunas palabras tienen su genio... particularmente los verbos..., son los más creídos..., con los adjetivos se puede hacer lo que se quiera, pero no con los verbos..., sin embargo, ¡yo me las arreglo para tenérselas tiesas a todos ellos! ¡Impenetrabilidad! Eso es lo que yo siempre digo.
--¿Querría decirme, por favor --rogó Alicia-- qué es lo que quiere decir eso?
--Ahora sí que estás hablando como una niña sensata --aprobó Humpty Dumpty, muy orondo. --Por «impenetrabilidad» quiero decir que ya basta de hablar de este tema y que más te valdría que me dijeras de una vez qué es lo que vas a hacer ahora pues supongo que no vas a estar ahí parada para el resto de tu vida.
--¡Pues no es poco significado para una sola palabra! --comentó pensativamente Alicia.
--Cuando hago que una palabra trabaje tanto como esa-- explicó Humpty Dumpty-- siempre le doy una paga extraordinaria.
--¡Oh! Dijo Alicia.
Estaba demasiado desconcertada con todo esto como para
hacer otro comentario.
--¡Ah, deberías de verla cuando vienen a mi alrededor los sábados por la noche! --continuó Humpty Dumpty.
--A por su paga, ya sabes...
(Alicia no se atrevió a preguntarle con qué las pagaba, de forma que menos podría decíroslo yo a vosotros.)
--Parece usted muy ducho en esto de explicar lo que quieren decir las palabras, señor mío --dijo Alicia-- así que, ¿querría ser tan amable de explicarme el significado del poema titulado «Galimatazo»?
--A ver, oigámoslo --aceptó Humpty Dumpty-- soy capaz de explicar el significado de cuantos poemas se hayan inventado y también el de otros muchos que aún no se han inventado.
Esta declaración parecía ciertamente prometedora, de forma que Alicia recitó la primera estrofa:

Brillaba, brumeando negro, el sol,
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas,
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas murgiflaba.

--Con eso basta para empezar-- interrumpió Humpty Dumpty-- que ya tenemos
ahí un buen montón de palabras difíciles: eso de que «brumeaba negro el sol» quiere decir que eran ya las cuatro de la tarde..., porque es cuando se encienden las brasas para asar la cena.
--Eso me parece muy bien --aprobó Alicia-- pero, ¿y lo de los «agilisco- sos»?
--Bueno, verás: «agiliscosos» quiere decir «ágil y viscoso», ¿comprendes? es como si se tratara de un sobretodo..., son dos significados que envuelven a la misma palabra.
--Ahora lo comprendo --asintió Alicia, pensativamente. --Y, ¿qué son los «limazones»?
- Bueno, los «limazones» son un poco como los tejones..., pero también se parecen un poco a los lagartos..., y también tienen un poco el aspecto de un sacacorchos...
--Han de ser unas criaturas de apariencia muy curiosa.
--Eso sí, desde luego --concedió Humpty Dumpty-- también hay que señalar que suelen hacer sus madrigueras bajo los relojes de sol..., y también que se alimentan de queso.
--Y, ¿qué es «giroscar» y «banerrar»?--
--Pues «giroscar» es dar vueltas y más vueltas, como un giroscopio; y «banerrar» es andar haciendo agujeros como un barreno.
--Y la «vápara», ¿será el césped que siempre hay alrededor de los relojes de sol, supongo? --dijo Alicia, sorprendida de su propio ingenio.

--¡Pues claro que sí! Como sabes, se llama «vápara» porque el césped ese va para adelante en una dirección y va para atrás en la otra.
--Y va para cada lado un buen trecho también --añadió Alicia.
--Exactamente, así es. Bueno, los «borogobios» son una especie de pájaros desaliñados con las plumas erizadas por todas partes..., una especie de estropajo viviente. Y en cuanto a que se «fruncian mimosos», también puede decirse que estaban «fruncimosos», ya ves, otra palabra con sobretodo.
--¿Y el «momio» ese que «murgiflaba rantas»? --preguntó Alicia. --Me parece que le estoy ocasionando muchas molestias con tanta pregunta.
--Bueno, las «rantas» son una especie de cerdo verde; pero respecto a los «momios» no estoy seguro de lo que son: me parece que la palabra viene de «monseñor con insomnio», en fin, un verdadero momio.
--Y entonces, ¿qué quiere decir eso de que «murgiflaban»?
--Bueno, «murgiflar» es algo así como un aullar y un silbar a la vez, con una especie de estornudo en medio; quizás llegues a oír como lo hacen alguna vez en aquella floresta..., y cuando te haya tocado oírlo por fin, te bastará ciertamente con esa vez. ¿Quién te ha estado recitando esas cosas tan dificiles?
--Lo he leído en un libro --explicó Alicia. --Pero también me han recitado otros poemas mucho más fáciles que ese; creo que fue Tweedledee..., si no me equivoco.
--¡Ah! En cuanto a poemas --dijo Humpty Dumpty, extendiendo elocuentemente una de sus grandes manos-- yo puedo recitar tan bien como cualquiera, si es que se trata de eso...
--¡Oh, no es necesario que se tate de eso! --se apresuró a atajarle Alicia, con la vana esperanza de impedir que empezara.
--El poema que voy a recitar --continuó sin hacerle el menor caso-- fue escrito especialmente para entretenerte.
A Alicia le pareció que en tal caso no tenía más remedio que escuchar; de forma que se sentó y le dio unas «gracias» más bien resignadas.

En invierno,
cuando los campos están blancos,
canto esta canción en tu loor.

--Sólo que no la canto --añadió a modo de explicación.
--Ya veo que no --dijo Alicia.
--Si tu puedes ver si la estoy cantando o no, tienes más vista que la mayor parte de la gente --observó severamente Humpty Dumpty. Alicia se quedó callada.

En primavera,

cuando verdean los bosques,
me esforzaré por decirte lo que pienso


--Muchísimas gracias --dijo Alicia.

En verano,
cuando los días son largos
a lo mejor llegues a comprenderla.
En otoño,
cuando las frondas lucen castañas,
tomarás pluma y papel para anotarla.

--Lo haré si aún me acuerdo de la letra después de tanto tiempo --prometióAlicia.
--No es necesario que hagas esos comentarios a cada cosa que digo --recriminó
Humpty Dumpty-- no tienen ningún sentido y me hacen perder el hilo...

Mándeles a los peces un recado:
«¡Qué lo hicieran ya de una vez!»
Los pequeños pescaditos de la mar
mandáronme una respuesta a la par.
Los pequeños pescaditos me decían:
«No podemos hacerlo, señor nuestro, porque...»

--Me temo que no estoy comprendiendo nada --interrumpió Alicia.
--Se hace más fácil más adelante --aseguró Humpty Dumpty.
Otra vez les mandé decir:

«¡Será mejor que obedezcáis!»
Los pescaditos se sonrieron solapados.
«Vaya genio tienes hoy», me contestaron.

Se lo dije una vez y se lo dije otra vez.

Pero nada, no atendían a ninguna de mis razones.

Tomé una caldera grande y nueva,

que era justo lo que necesitaba.

La llené de agua junto al pozo
y mi corazón latía de gozo.
Entonces, acercándoseme me dijo alguien:
«Ya están los pescaditos en la cama».
Le respondí con voz bien clara:
«¡Pues a despertarlos dicho sea!»
Se lo dije bien fuerte y alto;
fui y se lo grité al oído...

Humpty Dumpty elevó la voz hasta aullar casi y Alicia pensó con un ligero estremecimiento: --¡No habría querido ser ese mensajero por nada del mundo!


Pero, ¡qué tipo más vano y engolado!
Me dijo: «¡No hace falta hablar tan alto!»
¡Si que era necio el badulaque!
«Iré a despertarlos» dijo «siempre que...»
Con un sacacorchos que tomé del estante
fui a despertarlos yo mismo al instante.
Cuando me encontré con la puerta atrancada,
tiré y empujé, a patadas y a puñadas.
Pero al ver que la puerta estaba cerrada
intenté luego probar la aldaba...

A esto siguió una larga pausa.
--¿Eso es todo? --preguntó tímidamente Alicia.
--Eso es todo --dijo Humpty Dumpty. --¡Adiós!
Esto le pareció a Alicia un tanto brusco; pero después de una indirecta tan directa, concluyó que no sería de buena educación quedarse ahí por más tiempo.

martes, 12 de agosto de 2008

P.E.





La aventura está colgada al cuello de su rival
El amor cuya mirada se encuentra o se extravía
Por las plazas desiertas o pobladas de los ojos.

Todas las aventuras del rostro humano
Gritos sin ecos señales de muerte tiempo sin memoria
Tantos hermosos rostros tan hermosos
Como las lágrimas que los esconden
Tantos ojos seguros de su noche
Como amantes que juntos mueren
Tantos besos bajo piedra y tanta agua sin nubes
Apariciones que surgen de eternas ausencias
Todo es digno de ser amado
Los tesoros son muros y su sombra es ciega
Y el amor está en el mundo para olvido del mundo.



sábado, 9 de agosto de 2008

J.C.


¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.

Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.
Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.



viernes, 25 de julio de 2008

C.P.



Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esa muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, cara esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.

jueves, 24 de julio de 2008

T.S.E.

















I

Somos los hombres huecos
Somos los hombres rellenos
Inclinados unos con otros
La cabeza llena de paja. ¡Pobres!
Nuestras voces secas, cuando
Susurramos juntos
Son suaves y sin sentido
Como el viento sobre el pasto seco
O pies de ratas sobre vidrio roto
En nuestra bodega seca
Figura sin forma, sombra sin color,
Fuerza paralizada, gesto sin movimiento;
Aquellos que han cruzado
con mirada decidida, al otro reino, al de la muerte
Recuérdennos, -si es que lo hacen- no como perdidas
Violentas almas, sino sólo
Como los hombres huecos
Los hombres rellenos.


II

Ojos que no me atrevo a encontrar en sueños
En el reino de los sueños de la muerte
Ellos no aparecen
Allí los ojos son
Luz solar sobre una columna rota
Allí, está un árbol balanceándose
Y las voces son
En el canto del viento
Más distantes y más solemnes
Que una estrella desvaneciéndose.
Déjame estar lejos
En el reino de los sueños de la muerte
Déjame también ponerme,
Tales disfraces deliberados
Saco de rata, piel de cuervo,
Cruces del campo santo
Que se comportan como el viento se comporta
No mas cerca -
Ni siquiera en ese encuentro final
En el reino de las penumbras


III


Esta es la tierra muerta
Esta es tierra de cactus
Aquí las imágenes de piedra
Se levantan, aquí reciben
la súplica de la mano de un hombre muerto
Bajo el parpadeo de una estrella que se desvanece.
Es así
En el otro reino de la muerte
Despertando sólo
A la hora en que estamos
Temblando con ternura
Labios que podrían besar
Componen rezos para piedras rotas.


IV

Los ojos no están aquí
Aquí no hay ojos
En este valle de estrellas que agonizan
En este valle hundido
Esta mandíbula rota de nuestros reinos perdidos
En estos últimos lugares de reunión
Vamos a tientas, juntos
Evitando hablar
Reunidos a la orilla del río caudaloso
Ciegos, a menos
Que los ojos reaparezcan
Como la estrella perpetua
Rosa multifoliada
Del reino crepuscular de la muerte
La única esperanza
De los hombres vacíos.

V

Aquí vamos alrededor del espinoso peral
Espinoso peral espinoso peral
Aquí vamos alrededor del espinoso peral
A las cinco en punto de la mañana .
Entre la idea
Y la realidad
Entre el movimiento
Y el acto
La sombra cae
Porque tuyo es el reino
Entre la concepción
Y la creación
Entre la emoción
Y la respuesta
La sombra cae
La vida es muy larga
Entre el deseo
Y el espasmo
Entre la potencia
Y la existencia
Entre la esencia
Y el descenso
La sombra cae
Pues ligero es el reino
Pues ligero es
La vida es
Pues ligera es la
Así es como el mundo acaba
Así es como el mundo acaba
Así es como el mundo acaba
No con una explosión sino con un gemido.



W.B.


Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?

¿En qué profundidades distantes,
en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?

¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque?
¿Qué tremendas garras osaron
sus mortales terrores dominar?

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?

Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?




miércoles, 16 de julio de 2008

Ch.B.

Correspondencias


La Naturaleza es un templo en el que pilares vivientes
dejan a veces salir confusas palabras;
el hombre pasa por allí a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.

Como largos ecos que se confunden a lo lejos,
en una tenebrosa y profunda unidad,
vasta como la noche y como la claridad,
los perfumes, los colores y los sonidos se responden.

Hay perfumes frescos como carnes de niños,
dulces como los oboes, verdes como las praderas,
-y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,

con la expansión de las cosas infinitas,
como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,
que cantan los transportes de la mente y los sentidos.


J.L.B.


Doomsday

Será cuando la trompeta resuene, como escribe San Juan el Teólogo.

Ha sido en 1757, según el testimonio de Swedenborg.

Fue en Israel cuando la loba clavó en la cruz la carne de Cristo, pero no sólo entonces.

Ocurre en cada pulsación de tu sangre.
No hay un instante que no pueda ser el cráter del Infierno.

No hay un instante que no pueda ser el agua del Paraíso.

No hay un instante que no esté cargado como un arma.
En cada instante puedes ser Caín o Siddharta, la máscara o el rostro.
En cada instante puede revelarte su amor Helena de Troya.

En cada instante el gallo puede haber cantado tres veces.

En cada instante la clepsidra deja caer la última gota.






viernes, 11 de julio de 2008

O.G.

ESCRÚPULO

Me parece que vivo
que estoy entre los ruidos
que miro las paredes,
que estas manos son mías,
pero quizás me engañe
y paredes y manos
sólo sean recuerdos
de una vida pasada.
He dicho "me parece"
yo no aseguro nada.

lunes, 7 de julio de 2008

P.A.

Nunca te vi llorar

Nunca te vi llorar.
Ahora que lo pienso,
nunca.

¿Qué muralla levantaste
al final de la playa
para que la marea
jamás lleguea la vereda?

¿Qué pobre ventaja conseguís
andando por la vida
torciéndoles los brazos a las hadas,
apretando los dientes?

Es cierto,
alguna vez dijiste
que un día
decidiste
que ya nada te haría daño.

Le deseo a tu engaño
que
se
d
e
s
m
o
r
o
n
e

.
Pronto.