martes, 12 de agosto de 2008

P.E.





La aventura está colgada al cuello de su rival
El amor cuya mirada se encuentra o se extravía
Por las plazas desiertas o pobladas de los ojos.

Todas las aventuras del rostro humano
Gritos sin ecos señales de muerte tiempo sin memoria
Tantos hermosos rostros tan hermosos
Como las lágrimas que los esconden
Tantos ojos seguros de su noche
Como amantes que juntos mueren
Tantos besos bajo piedra y tanta agua sin nubes
Apariciones que surgen de eternas ausencias
Todo es digno de ser amado
Los tesoros son muros y su sombra es ciega
Y el amor está en el mundo para olvido del mundo.



sábado, 9 de agosto de 2008

J.C.


¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.

Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.
Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.



viernes, 25 de julio de 2008

C.P.



Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esa muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, cara esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.

jueves, 24 de julio de 2008

T.S.E.

















I

Somos los hombres huecos
Somos los hombres rellenos
Inclinados unos con otros
La cabeza llena de paja. ¡Pobres!
Nuestras voces secas, cuando
Susurramos juntos
Son suaves y sin sentido
Como el viento sobre el pasto seco
O pies de ratas sobre vidrio roto
En nuestra bodega seca
Figura sin forma, sombra sin color,
Fuerza paralizada, gesto sin movimiento;
Aquellos que han cruzado
con mirada decidida, al otro reino, al de la muerte
Recuérdennos, -si es que lo hacen- no como perdidas
Violentas almas, sino sólo
Como los hombres huecos
Los hombres rellenos.


II

Ojos que no me atrevo a encontrar en sueños
En el reino de los sueños de la muerte
Ellos no aparecen
Allí los ojos son
Luz solar sobre una columna rota
Allí, está un árbol balanceándose
Y las voces son
En el canto del viento
Más distantes y más solemnes
Que una estrella desvaneciéndose.
Déjame estar lejos
En el reino de los sueños de la muerte
Déjame también ponerme,
Tales disfraces deliberados
Saco de rata, piel de cuervo,
Cruces del campo santo
Que se comportan como el viento se comporta
No mas cerca -
Ni siquiera en ese encuentro final
En el reino de las penumbras


III


Esta es la tierra muerta
Esta es tierra de cactus
Aquí las imágenes de piedra
Se levantan, aquí reciben
la súplica de la mano de un hombre muerto
Bajo el parpadeo de una estrella que se desvanece.
Es así
En el otro reino de la muerte
Despertando sólo
A la hora en que estamos
Temblando con ternura
Labios que podrían besar
Componen rezos para piedras rotas.


IV

Los ojos no están aquí
Aquí no hay ojos
En este valle de estrellas que agonizan
En este valle hundido
Esta mandíbula rota de nuestros reinos perdidos
En estos últimos lugares de reunión
Vamos a tientas, juntos
Evitando hablar
Reunidos a la orilla del río caudaloso
Ciegos, a menos
Que los ojos reaparezcan
Como la estrella perpetua
Rosa multifoliada
Del reino crepuscular de la muerte
La única esperanza
De los hombres vacíos.

V

Aquí vamos alrededor del espinoso peral
Espinoso peral espinoso peral
Aquí vamos alrededor del espinoso peral
A las cinco en punto de la mañana .
Entre la idea
Y la realidad
Entre el movimiento
Y el acto
La sombra cae
Porque tuyo es el reino
Entre la concepción
Y la creación
Entre la emoción
Y la respuesta
La sombra cae
La vida es muy larga
Entre el deseo
Y el espasmo
Entre la potencia
Y la existencia
Entre la esencia
Y el descenso
La sombra cae
Pues ligero es el reino
Pues ligero es
La vida es
Pues ligera es la
Así es como el mundo acaba
Así es como el mundo acaba
Así es como el mundo acaba
No con una explosión sino con un gemido.



W.B.


Tigre, tigre, que te enciendes en luz
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
pudo idear tu terrible simetría?

¿En qué profundidades distantes,
en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?
¿Qué mano osó tomar ese fuego?

¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque?
¿Qué tremendas garras osaron
sus mortales terrores dominar?

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?

Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría?




miércoles, 16 de julio de 2008

Ch.B.

Correspondencias


La Naturaleza es un templo en el que pilares vivientes
dejan a veces salir confusas palabras;
el hombre pasa por allí a través de bosques de símbolos
que lo observan con miradas familiares.

Como largos ecos que se confunden a lo lejos,
en una tenebrosa y profunda unidad,
vasta como la noche y como la claridad,
los perfumes, los colores y los sonidos se responden.

Hay perfumes frescos como carnes de niños,
dulces como los oboes, verdes como las praderas,
-y otros, corrompidos, ricos y triunfantes,

con la expansión de las cosas infinitas,
como el ámbar, el almizcle, el benjuí y el incienso,
que cantan los transportes de la mente y los sentidos.


J.L.B.


Doomsday

Será cuando la trompeta resuene, como escribe San Juan el Teólogo.

Ha sido en 1757, según el testimonio de Swedenborg.

Fue en Israel cuando la loba clavó en la cruz la carne de Cristo, pero no sólo entonces.

Ocurre en cada pulsación de tu sangre.
No hay un instante que no pueda ser el cráter del Infierno.

No hay un instante que no pueda ser el agua del Paraíso.

No hay un instante que no esté cargado como un arma.
En cada instante puedes ser Caín o Siddharta, la máscara o el rostro.
En cada instante puede revelarte su amor Helena de Troya.

En cada instante el gallo puede haber cantado tres veces.

En cada instante la clepsidra deja caer la última gota.






viernes, 11 de julio de 2008

O.G.

ESCRÚPULO

Me parece que vivo
que estoy entre los ruidos
que miro las paredes,
que estas manos son mías,
pero quizás me engañe
y paredes y manos
sólo sean recuerdos
de una vida pasada.
He dicho "me parece"
yo no aseguro nada.

lunes, 7 de julio de 2008

P.A.

Nunca te vi llorar

Nunca te vi llorar.
Ahora que lo pienso,
nunca.

¿Qué muralla levantaste
al final de la playa
para que la marea
jamás lleguea la vereda?

¿Qué pobre ventaja conseguís
andando por la vida
torciéndoles los brazos a las hadas,
apretando los dientes?

Es cierto,
alguna vez dijiste
que un día
decidiste
que ya nada te haría daño.

Le deseo a tu engaño
que
se
d
e
s
m
o
r
o
n
e

.
Pronto.

viernes, 27 de junio de 2008

M.H.







No te derrumbes.

No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.






E.S.





No, los pasadizos seguían paralelos como antes, aunque ahora el muro que los separaba fuera como un muro de vidrio y yo pudiese verla a María como una figura silenciosa e intocable... No, ni siquiera ese muro era siempre asi: a veces volvía a ser de piedra negra y entonces yo no sabía qué pasaba del otro lado, qué era de ella en esos intervalos anónimos, qué extraños sucesos ancontecían; y hasta pensaba que en esos momentos su rostro cambiaba y que una mueca de burla lo deformaba y que quizá había risas cruzadas con otro y que toda la historia de los pasadizos era una ridícula invención o creencia mía y que en todo caso había un sólo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida. Y en uno de esos trozos transparentes del muro de piedra yo había visto a esta muchacha y había creído ingenuamente que venía por otro túnel paralelo al mío, cuando en realidad pertenecía al ancho mundo, al mundo sin límites de los que no viven en túneles; y quizás se había acercado por curiosidad a una de mis extrañas ventanas y había entrevisto el espectáculo de mi insalvable soledad, o le había intrigado el lenguaje mudo, la clave de mi cuadro. Y entonces, mientras yo avanzaba siempre por mi pasadizo, ella vivía afuera su vida normal, la vida agitada que llevan esas gentes que viven afuera, esa vida curiosa y absurda en que hay bailes y fiestas y alegría y frivolidad. Y a veces sucedía que cuando yo pasaba frente a una de mis ventanas ella estaba esperándome muda y ansiosa (¿por qué esperándome? ¿y por qué muda y ansiosa?); pero a veces sucedía que ella no llegaba a tiempo o se olvidaba de este pobre ser encajonado, y entonces yo, con la cara apretada contra el muro de vidrio, la veía a los lejos sonreír o bailar despreocupadamente o, lo que era peor, no la veía en absoluto y la imaginaba en lugares inaccesibles o torpes. Y entonces sentía que mi destino era infinitamente más solitario de lo que había imaginado.






viernes, 20 de junio de 2008

J.C.


Para leer a dos voces,
imposiblemente por supuesto.

No es tanto que ya no sepamos
Sí, sobre todo eso, no encontrar
Pero acaso lo hemos buscado desde el día en que
Tal vez no, y sin embargo cada mañana que
Puro engaño, llega el momento en que uno se mira como
Quién sabe, yo todavía
No basta con quererlo, si además no hay la prueba de
Ves, de nada vale esa seguridad que
Cierto, ahora cada uno exige una evidencia frente a
Como si besarse fuera firmar un descargo, como si mirarse
Debajo de la ropa ya no espera esa piel que
No es lo peor, pienso a veces; hay lo otro, las palabras cuando
O el silencio, que entonces valía como
Sabíamos abrir la ventana apenas
Y esa manera de dar vuelta la almohada buscando
Como un lenguaje de perfumes húmedos que
Gritabas y gritabas mientras yo
Caíamos en una misma enceguecida avalancha hasta
Yo esperaba escuchar eso que siempre
Y jugar a dormirse entre nudos de sábanas y a veces
Si habremos insultado entre caricias el despertador que
Pero era dulce levantarse y competir por la
Y el primero, empapado, dueño de la toalla seca
El café y las tostadas, la lista de compras, y eso
Todo sigue lo mismo, se diría que
Exactamente igual, sólo que en vez
Como querer contar un sueño que después de
Pasar el lápiz sobre una silueta, repetir de memoria algo tan
Sabiendo al mismo tiempo cómo
Oh sí, pero esperando casi un encuentro con
Un poco más de mermelada y de
Gracias, no tengo

.






El vino entibia sueños al jadear,
Desde su boca de verdeado dulzor,
Y entre los libros de la buena memoria
Se queda oyendo como un ciego frente al mar.

Mi voz le llegará, mi boca también,
Tal vez le confiaré
Que eras el vestigio del futuro.

Rojas y verdes, luces del amor ,
Prestidigitan bajo un halo de rouge.
¿Qué sombra extraña te ocultó de mi guiño,
Que nunca oiste la hojarasca crepitar?

Pues yo te escribiré, yo te haré llorar
Mi boca besará toda la ternura de tu acuario.

Mas si la luna enrojeciera en sed
O las impalas recorrieran tu estante
No volverías a truinfar en tu alma
Yo se que harías largos viajes por llegar.

Parado estoy aquí, esperándote,
Todo se oscureció,
Ya no se si el mar descansará

Habrá crecido un tallo en el nogal
La luz habrá tiznado gente sin fe,
Esta botella se ha vaciado también,
Que ni los sueños se cobijan del rumor, oh

Licor no vuelvas ya, deja de reír,
No es necesario más,
Ya se ven los tigres en la lluvia

jueves, 19 de junio de 2008

J.G.








Trajín, ciudad y tarde Buenos Aires.
Aire de plaza, ruido de tranvía.
(Galopando una música de tango
gira el caballo de la calesita.)

Los hombres van y vienen. Una vieja
vende manzanas en aquella esquina.
Corazón de madera, ojo pintado,
gira el caballo de la calesita.)

Una pareja se ama. Un angustiado
compra cianuro, escribe y se suicida.
(Ha muerto un ruiseñor. Pero no llores,
gira, el caballo de la calesita.)

Os contare una historia maravillosa y cierta.
Una tarde (el crepúsculo lentamente caía)

se me lleno la boca de soledad. Despierta
era mi sangre. Mi alma ni un pájaro tenía.
Caminaba. A lo lejos se oían los violines
que el crepúsculo toca para verme más triste.
Mi alma se vestía de lentos adoquines.
(Mi alma en la soledad no se desviste.)

Iba sin una luz, sin una rosa.
Sin un poco de mar, sin un amigo.
Me vio el caballo de la calesita,
me vio tan solo que se fue conmigo.
Y ahora en mi corazón y desde entonces,
transitado de niños y de risas,
prisionero en mi música voltea,
gira el caballo de la calesita.

(Tiene el ojo pintado.
Su corazón es de madera limpia.)





martes, 17 de junio de 2008

C.V.

Amada: no has querido plasmarte jamás
como lo ha pensado mi divino amor.

Quédate en la hostia,
ciega e impalpable,
como existe Dios.

Si he cantado mucho, he llorado más
por ti ¡oh mi parábola excelsa de amor!

¡Quédate en el seso,
y en el mito inmenso
de mi corazón!

Es la fe, la fragua donde yo quemé
el terroso hierro de tanta mujer;
y en un yunque impío te quise pulir.

Quédate en la eterna
nebulosa, ahí,

en la multicencia de un dulce no ser.
Y si no has querido plasmarte jamás
en mi metafísica emoción de amor,
deja que me azote,
como un pecador.







domingo, 15 de junio de 2008

J.C.





Vuelvo a mentir con gracia,
me inclino respetuoso ante el espejo
que refleja mi cuello y mi corbata.
Creo que soy ese señor que sale
todos los días a las nueve.
Los dioses están muertos uno a uno en largas filas
de papel y cartón.
No extraño nada, ni siquiera a ti
te extraño. Siento un hueco, pero es fácil
un tambor: piel a los dos lados.
A veces vuelves en la tarde, cuando leo
cosas que tranquilizan: boletines,
el dólar y la libra, los debates
de Naciones Unidas. Me parece
que tu mano me peina. ¡No te extraño!
Sólo cosas menudas de repente me faltan
y quisiera buscarlas: el contento,
y la sonrisa, ese animalito furtivo
que ya no vive entre mis labios.








jueves, 12 de junio de 2008

R.B.





A través del centeno, pobre chica,
A través del centeno,
Arrastraba las enaguas.
A través del centeno.

Si dos personas se encuentran
A través del centeno,
Si dos personas se besan.
¿Tiene alguien que llorar?

Si dos personas se encuentran
A través de la cañada;
Si dos personas se besan,
¿Tiene el mundo que saberlo?

Jenny es una pobre chica empapada;
Jenny casi nunca esta seca;
Arrastraba las enaguas,
A través del centeno.

W.W.








Tú, que has dormido la noche entera sobre la tormenta,
que despiertas descansado sobre tus alas prodigiosas
(¿se ha desatado la tempestad brutal? Por encima de ella asciendes
y reposas en el cielo, ese esclavo que te acunó);
ahora pareces un punto azul, lejano, flotando en el cielo;
a la luz que comienza te observo desde la cubierta
(yo mismo no soy más que una mota, un punto en la flotante
amplitud del mundo).

Lejano, lejano en el mar,
luego que las bravías corrientes han sembrado la playa de despojos náufragos,
al retornar el día, como ahora, te ves feliz y sereno.
como el alba rosada y elástica, como el sol deslumbrante,
como la límpida extensión de aire cerúleo
también tú retornas.

Tú, nacido para medirte con la tempestad
(eres todo alas)
para competir con cielo y tierra, con mares y huracanes,
tú, navío del aire que jamás arriaste velas,
durante días y hasta semanas recorriste, infatigable, espacios y reinos,
siempre avanzando;
en el crepúsculo miraste al Senegal, a la enlutada América
que surgía entre relámpagos y nubes preñadas de rayos.

En éstos, en tus experiencias, va mi alma.
¡Cuántas alegrías! ¡Cuántas alegrías las tuyas!









miércoles, 11 de junio de 2008

J.L.B.






Por el deceso de alguien
-misterio cuyo vacante nombre poseo y cuya realidad no abarcamos-
hay hasta el alba una casa abierta en el Sur,
una ignorada casa que no estoy destinado a rever,
pero que me espera esta noche
con desvelada luz en las altas horas del sueño,
demacrada de malas noches, distinta,
minuciosa de realidad.

A su vigilia gravitada en muerte camino
por las noches elementales como recuerdos,
por el tiempo abundante de la noche,
sin más oíble vida
que los vagos hombres de barrio junto al apagado almacén
y algún silbido solo en el mundo.

Lento el andar, en la procesión de la espera,
llego a la cuadra y a la casa y a la sincera puerta que busco
y me reciben hombres obligados a la gravedad
que participaron de los años de mis mayores,
y nivelamos destinos en una pieza habilitada que mira al patio
- patio que está bajo el poder y en la integridad de la noche-
y decimos, porque la realidad es mayor, cosas indiferentes
y somos desganados y argentinos en el espejo
y el mate compartido mide horas vanas.

Me conmueven las menudas sabidurías
que en todo fallecimiento se pierden
-hábito de unos libros, de una llave, de un cuerpo entre los otros-.
Yo sé que todo privilegio, aunque oscuro, es de linaje de milagro
y mucho lo es el de participar en esta vigilia,
reunida alrededor de lo que no se sabe: del Muerto,
reunida para acompañar y guardar su primera noche en la muerte.

(El velorio gasta las caras;
los ojos se nos están muriendo en lo alto como Jesús.)
¿Y el muerto, el increíble?
Su realidad está bajo las flores diferentes de él
y su mortal hospitalidad nos dará
un recuerdo más para el tiempo
y sentenciosas calles del Sur para merecerlas despacio
y la noche que de la mayor congoja nos libra:
la prolijidad de lo real.

domingo, 8 de junio de 2008

J.F.





Ha caído mi voz, mi última voz, que aún guarda mi nombre.
Mi voz:
Pequeña línea, pequeña canción que nos separa de las cosas.
Estamos lejos de mi voz y el mundo, vestidos de humedades blancas.
Estamos en el mundo y con los ojos en la noche.
Mi voz es fría y sucia como la piel de los muertos.